Entrevista a Alojz Peterle (diario El Mundo)

“Cataluña no puede seguir la vía eslovena porque fueron otras circunstancias y otro marco legal”

 

En mayo de 1990, Alojz Peterle se convirtió en el primer ministro de Eslovenia. El primero elegido democráticamente en nombre de la coalición Demos. El 23 de diciembre, un referéndum con una participación superior al 90% apoyó masivamente la independencia de la hasta entonces república yugoslava. A la proclamación, en junio de 1991, le siguió una guerra, diez días negros. Eurodiputado en Bruselas desde 2004, Peterle escoge con mucho tacto cada palabra. Cree que el caso catalán y el esloveno tienen algunas semejanzas, pero también profundas diferencias que hacen imposible la comparación. Cauto, recomienda una y otra vez el diálogo y soluciones políticas más allá de respuestas “puramente legales”.

 

El presidente Borut Pahor dijo hace unos días que “el corazón de muchos eslovenos late por los catalanes”. ¿Por qué esa pasión y apoyo a la causa independentista en su país?

El esloveno corriente, no sólo los políticos, siente simpatía hacia la ambición de los catalanes de lograr la independencia porque la gente ve muchas semejanzas. Están más atentos a las similitudes que a las diferencias, que están ahí en términos legales y políticos.

 

¿Por ejemplo?

Los eslovenos logramos la independencia algo tarde, si se compara con lo que ocurrió en Europa Central, pero en cierto modo aprovechamos el momento tras la caída del Muro de Berlín. La situación era más relajada y abierta. Vivíamos en un Estado no democrático. En Yugoslavia teníamos una provisión constitucional y la autodeterminación estaba ahí recogida. Y el derecho de secesión también, legalmente todo estaba ahí. Como primer ministro visité Belgrado muchas veces para proceder de forma pacífica. Propusimos en enero de 1991 junto a los croatas, seis meses antes de la declaración de independencia, una reestructuración de Yugoslavia hacia una confederación laxa, pero Milosevic tenía su idea de una Gran Serbia y había otras propuestas.

 

Su referéndum fue diferente y legal

Tuvimos un referéndum en condiciones pacíficas y adoptamos una ley para que la declaración de independencia se produjera en un máximo de seis meses, y así fue. Tuvimos una participación del 90% y el 95% votó a favor de la independencia. Los números también son diferentes a los de Cataluña. La estructura étnica de la población.. el 90% eran eslovenos y el 10% de minorías y de otras ex repúblicas yugoslavas. Los eslovenos nos piden a los políticos que hagamos algo, especialmente después de que la Policía interviniera en las calles en Cataluña. Eso hace que la gente recuerde su pasado, hagan asociaciones y sean críticos.

 

¿Es justo?

La gente no es muy sensible a los detalles, sino a los principios, al modelo. En Eslovenia la gente se pregunta por qué si la UE intervino en nuestro caso, hace 26 años, por qué no hace algo ahora. La UE envió la llamada Troika para mediar y ayudarnos a lograr el Acuerdo de Brioni y suspendimos la implementación de la independencia durante tres meses para que tuvieran lugar negociaciones en paz. Hay una diferencia más entre ambos casos: lo nuestro pasó en una Yugoslavia no democrática que no era miembro de la UE. Lo que pasa en España y Cataluña es otra situación diferente. En Eslovenia trato de explicar que el caso de Cataluña y España es mucho más complicado que el nuestro, no es tan simple. Hay semejanzas. Si comparamos a los catalanes con los eslovenos de entonces ambos, comparten deseos: expresar su identidad, cultura, historia, malos recuerdos, y voluntad de independencia. Por eso les digo a mis amigos españoles en el Parlamento que entiendo los argumentos legales, está muy claro y la UE lo ha dicho, pero hay un problema político. Soy de los que creo que hace falta diálogo. He visto la guerra en Eslovenia a pesar de que el derecho de autodeterminación estaba en la Constitución. Fuimos atacados por el ejército comunista, hubo 10 días de guerra. En Croacia duró mucho más y ni hablamos de Bosnia y Kosovo.

 

España no es Yugoslavia

No, no lo es, es un hecho. El aspecto legal está claro y es fuerte a favor de España, pero hay aspectos políticos, gente que no quiere seguir con esa idea. Los políticos deben pensar qué saldrá de esto. Hay dos vías: la dura o puramente legalista o la más política, que para mí quiere decir diálogo. Bruselas ha pedido también diálogo. En Europa todos deseamos controlar el desarrollo pacífico de la situación, por eso, entendiendo la posición legal del Gobierno español, es difícil decir que es sólo un tema español. Porque esto puede evolucionar.

 

¿Usted habría ido a por la independencia con un 42% de participación en el referéndum?

Nosotros tuvimos negociaciones muy duras con la oposición sobre cómo organizar el referéndum. Algunos de los nuestros, de los que estaban a favor de la independencia estaban seguros de que la oposición intentaba buscar umbrales muy altos para evitarla, pero éste hecho es un elemento importante en la historia del país. No hubo ninguna manifestación contra la independencia en las calles. Había unidad política. El 6 de diciembre de 1990 firmamos un acuerdo con todos los partidos con representación parlamentaria, oposición y Gobierno. Había unidad política, nadie estaba ni votó en contra de esa ley en el Parlamento. El resultado nos legitimó democráticamente y fue un paso muy a favor.

 

La ley del referéndum catalán se discutió en dos horas, se votó por mayoría simple y contra la oposición. ¿Hubiera seguido usted adelante con esas condiciones?

No me gustan los modos condicionales. Veo las diferencias claras entre nuestro referéndum y el catalán, y las consecuencias políticas de esas diferencias, es obvio.

 

¿Qué apoyo internacional tenían ustedes? La tesis de algunos independentistas es que aunque la UE dice que no habrá reconocimiento, también lo decían con Eslovenia.

Ante este tipo de situaciones la actitud política habitual es defender la estabilidad. Recuerdo muchos visitantes, embajadores, EEUU, muy preocupados por la estabilidad. Yo les decía siempre lo mismo: una nación democrática con aspiraciones europeas no puede dañar a nadie, a ningún vecino. El problema en Yugoslavia no era la disciplina, era la democracia. Yugoslavia no murió por los separatistas, los nacionalistas o los demócratas, la mataron los comunistas, incapaces de decidir cómo seguir con Yugoslavia. Cuando proclamamos la independencia, el hecho de que fuéramos atacados por el ejército, un anacronismo y una paradoja, cambió la actitud internacional.

 

¿Qué decían las grandes potencias europeas?

Me vi con Helmut Kohl en el marco de la internacional cristianodemócrata, un mes y medio después de asumir yo mis responsabilidades. Quiso hablar conmigo en Budapest, cara a cara. Me dijo que entendía nuestros objetivos políticos, y que si Alemania había usado el derecho de autodeterminación para reunificarse no se podía negar el derecho a los eslovenos. Recuerdo que me espetó: ‘Díganos cómo se puede evitar la explosión del polvorín en los Balcanes’. Le dije que sólo queríamos lo que otros países. Tuve la misma conversación con Chirac porque tuve que convencer a muchos. Fue importante que Kohl dijera eso, me dio respaldo. Él era un realista y vio que no era posible mantener unida Yugoslavia, no había denominadores comunes.

 

Merkel y Macron se han pronunciado en contra, no hay apoyo de la UE, de ninguna institución… ¿Cree que hay alguna opción de que una DUI sea reconocida por alguien en Europa?

En la situación, tal y como está… No conozco los debates internos de cada país, pero no veo una fuerte voluntad, no.

 

¿Ni Eslovenia?

He leído lo que ha dicho el Comité de Exteriores en el Parlamento. Todo el mundo espera para ver qué pasa, cómo evolucionan los acontecimientos. He leído en detalle el artículo 155 de la Constitución española y, según lo entiendo, si ahora el Gobierno central cree que la independencia fue proclamada y activa el 155… entonces, en línea con la ley, deberían enviar un requerimiento al Gobierno catalán… llevará tiempo, habrá respuestas porque se necesita una respuesta, veremos cuál es.

 

Se habla mucho de la ‘vía eslovena’. Pero incluyó, entre otras cosas, una guerra y muertos.

Nuestra vía está muy clara. Pero no es un caso completamente idéntico al catalán, hay que tener mucho cuidado con eso. Las circunstancias son diferentes en alguna medida, no es posible seguir exactamente la vía eslovena porque fueron otras circunstancias y otro marco legal.

 

Y peligrosa.

Cuando decides algo así, hay riesgos, lo sabes. Intentamos hasta el final que fuera pacífico. Se trata de problemas políticos y hay responsabilidad en todos los implicados. Se pueden crear conflictos de larga duración. Yo lidiaba mucho con minorías, y hablando con los lados mayoritarios les decía que lo importante no era cómo creían ellos que se sienten las minorías, sino cómo éstas se sienten y lo que creen de sí mismas. Si se sienten discriminadas o humilladas, llega un punto que lo más importante no es si es verdad o no, sino cómo lo sienten. En Eslovenia no teníamos la situación que hay en Cataluña.

 

¿Cómo sabían que 1990 era el momento y no meses o años después?

Hay dos elementos clave. La caída del Muro de Berlín fue uno. El otro, la crisis política en Yugoslavia, un estado multinacional y mal gestionado. Yo heredé una recesión del 8%, enviábamos dinero a Serbia y no volvía nada. Se trataba de hacer algo para sobrevivir porque Yugoslavia estaba de por sí en su ocaso. Lo hacíamos para intentar entrar en Europa, eso era un gran activo. Era el momento. La URSS se desintegraba también, bajaron la guardia… algunos grandes actores no sabían lo que hacer entonces.

 

¿Qué consejo les daría a las autoridades en un momento tan delicado?

Fui uno de los primeros en decir que el diálogo es necesario. Algunos dicen que no es posible, que si dices que el referéndum fue ilegal de eso no se habla… pero lidiamos con la voluntad de gente que puede ser interpretada de formas diferentes. Hace falta diálogo porque el asunto es tan complicado y tan difícil que si un lado o el otro simplemente se apoya en el poder o la fuerza podemos entrar en una fase nada agradable del proceso. En todo caso tenemos que pensar en las potenciales consecuencias. No puedo dar mejor consejo que que hablen. Como Adolfo Suárez.

 

¿Suárez? ¿Lo conoció?

Pude hablar con él tras una conferencia que dimos juntos en Liubliana meses antes de las primeras elecciones democráticas. Y él me dijo: “Si usted gana, preste mucha atención al pasado, tenga cuidado con los asuntos que dividen a su nación”. Estaba informado de nuestra historia. Y me dijo que prestara atención a la reconciliación. Hablamos más de una hora, él y yo a solas, y me explicó lo sensibles que fueron los tiempos después de Franco. Él, que fue un jugador clave en la Transición. Me dijo exactamente: “No se dan discursos políticos en las tumbas de la guerra, se va de un lado a otro, sin discursos, de pie, a veces horas, leyendo los nombres de los que fueron enterrados”. Fue un gran hombre, lamento que tuviera unos últimos tiempos tan duros. Me impresionó su sensibilidad para este asunto. Y cuando ganamos meses después, compartí sus palabras con mi Gobierno.

 

Pablo R. Suanzes

El Mundo, España

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