LA TRAGEDIA ESLOVENA

2ª GUERRA MUNDIAL-OCUPACIÓN-REVOLUCIÓN-RESISTENCIA-EXILIO

Cada año, en junio, conmemoramos a los mártires eslovenos asesinados en el mismo mes de 1945 por el entonces recién instaurado régimen comunista yugoeslavo. Por la pandemia del Covid 19 este año el acto conmemorativo no pudo realizarse en forma presencial, pero, habiendo sido compartida en Youtube, nos permitió vivenciar un piadoso recuerdo en cada hogar, como siempre, en idioma esloveno. 

En respuesta a la invitación virtual recibí varias solicitudes de datos en castellano sobre esos trágicos acontecimientos, dado que son numerosos los descendientes o familiares que no dominan bien el idioma esloveno. Eso me impulsó a redactar esta breve reseña, que espero sea útil para contextualizar las valiosas pequeñas historias que cada familia atesora como recuerdo de sus antecesores.

La 2ª guerra mundial se desencadenó el 1º de septiembre de 1939 con la invasión Alemana de Polonia, precedida por un pacto secreto, denominado Ribbentrop – Molotov,  entre la Alemania nazi y la comunista Unión Soviética. En los años siguientes fueron invadidos prácticamente todos los países del este y sur de Europa. Tras pocos días de resistencia cayó también, en abril de 1941, el Reino de Yugoeslavia.

Eslovenia, que formaba parte de Yugoeslavia, quedó repartida entre tres ocupantes: Los alemanes tomaron la región norteña (Gorenjska y Štajerska), Italia ocupó los territorios al sur del río Sava (Notranjska, Dolenjska  Bela Krajina y la capital eslovena Ljubljana) mientras que los Húngaros tomaron Prekmurska en la región este. Es terrible la experiencia de la ocupación por un ejército extranjero, pero resulta mucho más grave cuando los ocupantes pretenden anexar el territorio y colonizarlo. Los temores se potenciaban respecto a Italia, que ya por los tratados de paz tras la primera guerra mundial había avanzado no solo sobre todos los territorios étnicamente compartidos sino también sobre vastas zonas totalmente eslovenas de Primorska. El extremo nacionalismo del régimen fascista ejerció una italianización forzosa impuesta con rigor extremo en las escuelas, prohibió los oficios religiosos en esloveno e incluso modificó a versión italiana muchos apellidos.

Entre los tradicionales partidos democráticos y mayoritarios eslovenos surgieron inmediatamente varios movimientos de resistencia (Legije), en consonancia con el rechazo generalizado a los ejércitos de ocupación.  De acuerdo a las instrucciones emanadas del Gobierno Real en el Exilio, establecido en Londres, esta resistencia se guió por el “Modelo Europeo”, que permitiría minimizar las muertes: primero resistencia civil y oportunamente, con el avance aliado en el frente, la sublevación armada. También surgió el Ejército Yugoeslavo en la Patria (Četniki), que comandado por cnel. Draža Mihailovič desarrolló una guerra de guerrillas en diversas regiones del reino.

El absolutamente minoritario Partido Comunista Esloveno (KPS) en un principio recibió con beneplácito la ocupación, fundando el Frente Antiimperialista, orientado contra los Aliados Occidentales y en apoyo al pacto nazi – comunista. Sin embargo, cuando el 22 de julio de 1941 Hitler ordenó la invasión de la Unión Soviética, dicha agrupación se reconfiguró completamente y formó, con algunos grupos compañeros de ruta, el Frente Libertador (Osvobodilna Fronta), arrogándose la representación de todo el pueblo esloveno. Pronto apartaron a sus aliados de los puestos de conducción y declararon su exclusividad en la lucha contra el ocupador. Crearon el llamado Servicio de Seguridad e Información (VOS – Varnostna Obveščevalna Služba) con el que comenzaron a asesinar a los líderes democráticos y otras personas influyentes, delatando su carácter revolucionario y la ambición de lograr el poder por la fuerza. 

Particularmente en la campiña, la gente se encontró entre dos fuegos: por un lado los partisanos, que asesinaban incluso a familias enteras, por el otro los ocupantes, que descargaban su violencia contra la misma gente, especialmente después de alguna provocación partisana, llegando a la quema total de algunos pueblos. Corresponde marcar alguna diferencia: en su zona los alemanes ejercieron férreamente su poder, deportaron casi totalmente a los intelectuales, docentes y sacerdotes, dejando sin atención a todas las parroquias. Los italianos fueron en un principio mucho más laxos, pero se replegaron de algunas zonas complicadas, lo que permitió el establecimiento de “territorios liberados”, en los que se desató con toda crudeza el terror comunista.

Con la acumulación de las víctimas, que a mediados de 1942 ya superaban el millar, y como el ocupador italiano no quería o no podía brindar seguridad, surgieron espontáneamente los grupos de autodefensa (Vaške straže). Su primer actuación exitosa fue la defensa de Št. Jošt, pueblo que fue atacado por una brigada partisana el 17 de julio de 1942. Los italianos terminaron admitiendo por conveniencia propia la formación de estos grupos, aunque no confiaban en ellos y jamás permitieron su interconexión. Entre todos los grupos llegaron a sumar cerca de 6000 personas débilmente armadas, que por lo general trabajaban la tierra durante el día y tomaban sus posiciones defensivas con la caída del sol. Esta autodefensa está legitimada por la Convención de La Haya, que en sus artículos 42 a 56 trata las ocupaciones militares extranjeras. A pesar de ello fueron tildadas de “colaboracionistas” por quienes cantaban loas y declamaban su colaboración con el régimen tirano de Stalin.

Las filas partisanas se nutrían especialmente de jóvenes con profunda aversión a los ejércitos ocupantes, impulsados por sentimientos patrióticos, que sentían la necesidad de pasar a la resistencia armada. El equipo de comando y especialmente los comisarios políticos tenían sin embargo como objetivo prioritario la revolución y el asalto al poder. Hábilmente y con extremo cinismo aprovechaban el temor por las racias indiscriminadas, el riesgo de la conscripción obligatoria al ejército alemán y las ejecuciones de rehenes civiles en represalia a alguna acción guerrillera para sumar tropa y poder. Con frecuencia también apelaban a la movilización obligatoria, pero los considerados “no confiables” eran enviados a la masacre en primera fila o incorporados a la denominada “13ª brigada” (ejecutados).

Como consecuencia del avance de los aliados desde el sur de Italia, el 25 de julio de 1943 cae el régimen musoliniano y poco después capitula su ejército. Los partisanos acuerdan y garantizan su repliegue militar protegido a cambio del armamento abandonado, que potencia notablemente su poder de fuego. Cientos de integrantes de la autodefensa son capturados y asesinados masivamente en Jelendol y Kočevje. Otros se hicieron fuertes en el castillo de Turjak, que cayó luego de varios días de fuego de artillería. Los heridos fueron fusilados en el lugar y unos 800 capturados fueron trasladados a Kočevje y Novo Mesto donde fueron asesinados, a excepción de unos pocos que lograron escapar.

Los alemanes terminaron ocupando el territorio del que se replegó el ejército italiano, pero el terror comunista no cesaba. Los grupos restantes de las autodefensas fueron reconocidos como tales por los alemanes y pronto se conformaron en cuerpos militares formales, con uniforme y estructura de mando, bajo supervisión alemana, pero comandados por eslovenos en idioma esloveno, llamados Domobranci (Defensores del hogar).  En principio los dirigentes democráticos no estuvieron de acuerdo con esta formación, especialmente tras la jura en el estadio de Ljubljana, pero la mayoría de los afectados la consideraba como única alternativa para no ser asesinados.

Hacia fines de 1943 se crearon los Domobranci de Primorska y posteriormente los de Gorenjska. Esto resultó un factor determinante para la conservación o renovación de las instituciones eslovenas. Los partisanos fueron desplazados progresivamente del territorio y reducidos prácticamente a la pequeña región de Bela Krajina en el sudeste de Eslovenia. 

La reunión Churchill-Tito del 6 de agosto de 1944 modificó drásticamente el panorama. Los aliados occidentales descartaron la alternativa militar del desembarco en el norte del Mar Adriático (en la costa Dálmata o en Istria), Tito tomó el control del Gobierno Yugoeslavo en el exilio y los aliados, basándose en informes interesados,  dejaron de aprovisionar y abandonaron al general Mihailovich y a otros grupos anticomunistas, pasando a apoyar y abastecer exclusivamente a Tito.

El 29 de octubre de 1944 se produjo una reunión secreta entre los líderes del Partido Popular (Slovenska Ljudska Stranka) y los del Partido Nacional (integrante de Jugoslovanska Nacionalna Stranka) en la que aprobaron una Declaración Nacional con la exigencia de una Eslovenia Unida, aunque integrada a la Federación Yugoeslava. También se formó un Comité Nacional Esloveno (Narodni Odbor za Slovenijo), que emitió varios decretos, entre ellos la creación del Ejército Nacional Esloveno (Slovenska Narodna Vojska) sobre la base de los Domobranci, modificando su cúpula directiva.

Hacia fines de 1944 los alemanes arrestaron a muchos oficiales antirrevolucionarios, lo que frustró los preparativos para la sublevación armada en apoyo a los Aliados Occidentales. De esta manera el campo democrático perdió la posibilidad de disponer de un comando único y profesionalmente capacitado, con condiciones de asumir el mando en un momento crítico. Sumado a esto reinaba una ingenua confianza en los Aliados Occidentales, de los cuales se esperaba, tras el desenlace militar, un seguro apoyo a la democratización de los pueblos subyugados por Alemania. 

Del 4 al 11 de febrero de 1945 se desarrolló la Conferencia de Yalta, en la península Soviética de Crimea. Participaron el local Josip Stalin, Franklin D. Roosevelt y Winston Churchill y en ella acordaron la partición de las zonas de influencia tanto de Alemania como de los restantes países europeos luego del inminente fin de la guerra. Allí quedaron definitivamente sepultadas las aspiraciones democráticas en Eslovenia junto al resto de Yugoeslavia y de Europa Oriental, de lo que pronto se arrepentiría todo occidente con el inicio de la guerra fría.

Con todo el apoyo aliado resultó incontenible el avance partisano en la línea costera, que culminó con la “liberación” (ocupación) de Trieste por las fuerzas de Tito el 1º de mayo de 1945. 

El Comité Nacional Esloveno intentó tomar el poder en Ljubljana, pero las divergencias entre el ala política y la militar sobre si atacar o acordar con los alemanes frustraron esta alternativa. El 3 de mayo se realizó una reunión secreta del Parlamento Esloveno, integrado por todos los diputados disponibles de la última elección previa a la guerra, que proclamó la independencia del Estado Esloveno y al día siguiente le tomó juramento al Primer Gobierno. La realidad, sin embargo, es que nunca logró el poder real en el territorio y de esta manera Eslovenia cayó en manos del régimen comunista sin una seria resistencia. El desenlace de la guerra, que era esperado como el final de cuatro años de horribles pesadillas, se transformó así en una aún mucho peor.

Los domobranci, seguidos por muchos civiles (se estima un total de 30.000, nada menos que el 2% de toda la población) optaron entonces por una retirada bastante desordenada por la frontera norte, atravesando penosamente el cordón montañoso de Karavanke, hacia Koroška en Austria, donde ya se había instalado el ejército Británico, del que por afinidad de valores esperaban una buena acogida y total apoyo. Ingenuamente suponían una estadía de un par de semanas, para luego volver a una Eslovenia libre.

Después de librar una última batalla con los partisanos lograron cruzar el puente de Borovlje sobre el río Drava y contactar a los británicos. Los soldados debieron deponer las armas y todos fueron instalados precariamente en el campo de Vetrinj, separados en dos campamentos, uno civil y otro militar.

La esperada afinidad de valores resultó nula, al menos con el comando del ejército inglés de Celovec, que los traicionó. Con la excusa del traslado a los campamentos localizados en Italia los cargó en camiones, para transferirlos a vagones de carga en la estación ferroviaria de Podrožca, donde asumían el mando del transporte los partisanos, que lo dirigían a Eslovenia. Algunos pocos lograron escapar y retornar al campamento, pero en un principio nadie les creía, argumentando que intentaban provocar la deserción de las tropas. Cuando ya no quedaban dudas sobre el destino, la mayoría de los soldados comenzó a dispersarse y cambiar su uniforme por vestimenta civil, pero otros continuaron subiendo a los camiones, con la resignada explicación: “donde fueron mis camaradas, también voy yo”. Así del sábado 26 de mayo al jueves 31 partieron diariamente los transportes de domobranci hacia su trágico destino. De acuerdo a la documentación británica fueron entregados en esos días 11.850 eslovenos.

El 1º de junio estaba programada la entrega de civiles, pero ya había certeza sobre el engaño británico, por lo que el designado jefe del campamento dr. Meršol, acompañado del canadiense Mayor Barre, fue a un encuentro con el  Mayor Johnson, quien luego de algunos contactos les comunicó que nadie más sería deportado contra su voluntad. Actualmente se conocen más detalles sobre esta traición británica por los documentos descubiertos y por diversos libros de memorias publicados. El Comando Mediterráneo había ordenado el traslado de los refugiados a Italia, pero el comandante del 5º cuerpo británico, Gral. Keighhtley, saboteó la orden y permitió al jefe de comando Toby Low (luego lord Adlington, que posteriormente ingresó a la política) concretar engañosamente su entrega a los comunistas. El Departamento de Estado de los EE.UU. presentó el 8 de agosto una protesta formal ante el mariscal de campo Alexander, pero la tragedia ya se había consumado.

Los deportados fueron concentrados en los campamentos de Kranj, Škofja Loka, Šentvid y Teharje. Todo el traslado fue extremadamente denigrante y penoso. Inmediatamente les robaron todos los objetos de valor y muchos, especialmente los reconocidos como oficiales, fueron salvajemente golpeados o ejecutados en el lugar. En los primeros días de junio comenzaron los traslados a los lugares de ejecución sin ningún juicio previo. Por testimonios posteriores sabemos que algún alto dirigente de OZNA (Oddelek za zaščito naroda) confeccionaba la lista diaria de ejecuciones. Kočevski rog, dónde hay muchas fosas naturales en un amplísimo bosque, fue el postrer destino en el que en un horrible accionar asesino perdió la vida una gran cantidad de mártires. Hubo algunos que cayeron a la fosa con heridas leves y milagrosamente lograron sobrevivir y escapar, para testimoniar sobre la masacre. Uno de los salvados fue el padre del actual primer ministro de Eslovenia Janez Janša. Aterrorizado y para proteger a los suyos, no le contó lo sucedido ni a su futura familia hasta la caída del régimen con el desmembramiento de Yugoeslavia.

Otro destino trágico fue una mina de carbón abandonada, llamada Barbarin rov en Huda jama. Las víctimas fueron tiradas en los túneles de la mina y hormigonada la salida. Recientemente se realizó la apertura del lugar, lo que permitió conocer que entre los asesinados hubo también mujeres y niños. Algunos que habían quedado con vida consumieron sus últimos esfuerzos por escarbar infructuosamente con sus manos una salida imposible. La premiada película Rudar (Minero) relata con fidelidad estos descubrimientos, incluyendo los intentos por silenciar y esconder todo en la época de Eslovenia ya independiente. En el trayecto a Huda jama logró escapar y así salvar su vida el padre del conocidísimo misionero en Madagascar Pedro Opeka.

En el intento de hacer desaparecer de la memoria colectiva esta atroz matanza, el régimen usó toda su fuerza despótica. Clausuraron por décadas todos los accesos a los lugares de fosas colectivas pero la gente susurraba sobre los hechos, aunque por miedo lo hacía con las ventanas cerradas o salía a pasear para conversar en lugares despoblados. Ya se descubrieron más de 600 locaciones con restos humanos de víctimas, ya sea en pequeños grupos como en otros muy numerosos. El número total supera indudablemente los 13.000, pero se estima que  la cantidad de eslovenos asesinados fuera de toda ley y luego desaparecidos puede ascender hasta 18.000. El desprecio por la verdad y el esfuerzo por ocultarla quedó flagrantemente expuesto en lo siguiente: Entre 1990 y 2019 se realizó cada año el acto conmemorativo del holocausto esloveno frente a la fosa Pod Krenom, en el que también participaron las más altas autoridades del estado. Las investigaciones arqueológicas recién permitieron conocer que en ese sitio fueron asesinados miembros de otras nacionalidades y que es la fosa de Macesnova Gorica la que guarda los restos de la mayoría de los eslovenos ejecutados. Ninguno de los criminales que programaron, dirigieron o ejecutaron la matanza abrió la boca al respecto en 30 años.

En 1945 Yugoeslavia teóricamente pasó a ser una federación de repúblicas, pero todo el poder lo ejercía el Partido Comunista y su presidente Tito. No se permitieron partidos políticos opositores ni diarios o medios independientes. Contra los opositores o disidentes se escenificaron juicios populares amañados, con defensores designados por el partido y con jueces que recibían el veredicto ya redactado. Los condenados a muerte perdieron hasta el derecho a su sepultura y el paradero de sus cuerpos quedó desconocido.

Se cercenó al máximo la libertad religiosa. Consecuente  con su proclamada militancia ateísta el régimen hizo todo lo posible por desprestigiar y poner de rodillas a la Iglesia Católica. Entre 1941 y 1946 asesinó a 88 sacerdotes y 70 seminaristas. De los cerca de 1000 sacerdotes que quedaron después de la guerra aproximadamente la mitad fue procesada y condenada a trabajos forados por los más diversos e inverosímiles motivos. En Novo mesto le prendieron fuego al obispo de Ljubljana beato Anton Vovk, que padeció las consecuencias del atentado hasta su prematura muerte. Fogonearon la división entre el clero creando el Ciril Metodovo Društvo, al que ingresaron unos pocos con la ilusión de preservarse de las persecuciones, pero que pronto murió sin pena ni gloria.

Desapareció inmediatamente la libertad económica con la estatización de todos los medios de producción, en los que posteriormente se intentó una curiosa autogestión, cuyo fracaso fue mayor cuanto mayor era la discriminación ideológica en la designación de los cuadros dirigentes y su corrupción. Más rápidamente quedó expuesto el descalabro de la colectivización de la actividad agropecuaria. La escasez de alimentos obligó a una urgente marcha atrás. Una importante cantidad de trabajadores buscó su sustento en el exterior, principalmente en la pronto pujante Alemania Federal. Con sus remesas de dinero aportaron el imprescindible ingreso de divisas, que la propia economía no producía.

La colonización ideológica de la educación fue total. Los nombramientos docentes fueron sometidos a un estricto filtro de adhesión. Tenían p.ej. una estricta prohibición de concurrir a misa, que algunos sortearon con viajes a lugares alejados. Se impuso el culto a la figura de Tito en los libros escolares desde los primeros grados. La historia oficial no admitía la más mínima objeción en ningún nivel escolar. La discriminación por las convicciones de los padres era agraviante y determinaba las oportunidades educativas.

Después de varias décadas hubo algunos leves intentos de flexibilización, que siempre fueron ahogados por el poder central Yugoeslavo. La caída del muro de Berlín precipitó la implosión de los gobiernos comunistas de Europa. El gobierno esloveno abrió la posibilidad de la primera elección pluripartidaria en abril de 1990, optando por lo que consideraban el mal menor: retirarse del gobierno para mantener los hilos profundos del poder. En esa elección se impuso la coalición democrática DEMOS, cuyo gobierno convocó a un plebiscito por la independencia, que obtuvo el 95% de aprobación. El 25 de junio de 1991 se declaró la independencia de la República de Eslovenia, seguida de una corta guerra de 10 días con el ejército yugoeslavo, que intentó impedirla. Pronto logró el reconocimiento internacional y el ingreso a la ONU, a la OTAN, a la Unión Europea, adoptó el Euro y se incorporó al grupo de Schengen con fronteras abiertas, logrando una economía floreciente.

Los crímenes comunistas son ahora ampliamente conocidos, pero su interpretación aún difiere radicalmente. Se sabe la magnitud del crimen, pero no hay un solo criminal con condena, aunque tan solo fuera simbólica. El Parlamento Europeo condenó enérgicamente los crímenes de los regímenes comunistas totalitarios, equiparándolos con el fascismo y el nacional-socialismo.  Esta declaración todavía no fue ratificada por el Parlamento Esloveno por la reticencia de los herederos ideológicos del régimen.

Retornemos ahora a los campamentos de refugiados. Los sobrevivientes, con una gran asistencia religiosa, se abocaron inmediatamente a la organización de actividades culturales y educativas. Se formó el coro, se organizaron conferencias, se editaron precarias publicaciones, se desarrolló la actividad deportiva, se crearon cursos de capacitación laboral. Los salesianos se hicieron cargo de la formación juvenil y ya en junio de 1945 comenzó una admirable actividad escolar desde el jardín de infantes hasta el secundario. La carencia absoluta de medios no impidió que los egresados alcanzaran un alto nivel, con el que aprobaban las reválidas exigidas para ingresar en diversas universidades. Todo esto, unido a la inquebrantable fe que profesaban, permitió una increíble resiliencia después de tan grave tragedia, que contrasta notablemente con lo que ocurrió con numerosos victimarios.

El campamento de Vetrinj era absolutamente precario e improvisado. Al mes comenzó la reubicación en diversos campamentos/barracas, construidos para alojamiento de las tropas, que ya se retiraban. En Austria se localizaron en Lienz, Spittal,  Šentvid y Judenburg. Otros pasaron a Italia a las localidades de Monigo, Forli, Servigliano y Senigallia. A las actividades culturales y educativas se agregaron los talleres que congregaban a los artesanos de cada rama, en los que, según el viejo modelo europeo, los maestros asumían la guía de jóvenes aprendices.

A pesar de contar solo con lo mínimo indispensable, fueron tres o cuatro años de gran enriquecimiento espiritual para toda la comunidad, que marcó de por vida a cada integrante. Con el tiempo fueron asumiendo la imposibilidad de regresar a Eslovenia y a pensar en nuevos destinos. UNRRA, la asociación de las Naciones Unidas para los refugiados, también los urgía en la definición y ocasionalmente hasta aconsejaba el regreso. Las partidas comenzaron en 1948 y concluyeron hacia la mitad del año 1949. Los menos se radicaron en distintos países europeos, mientras que la mayoría se embarcó hacia la Argentina, los EEUU., Canadá o Australia. Y así estamos nosotros aquí, tratando de cooperar en la construcción de una Argentina mejor, sin perder el valioso legado cultural y de valores que heredamos de nuestros mayores.

Francisco Sušnik

Lanús – Argentina. Julio de 2020

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