¿Cómo llegamos a la Argentina?
La redacción del Anuario me pidió que escribiera un pequeño resumen de los hechos que precedieron y permitieron la llegada de los inmigrantes eslovenos a la Argentina. Durante mi estadía en Roma y en los primeros meses en Argentina colaboré en esta enorme tarea y quiero entonces transmitir los hechos más interesantes acerca de cómo fue que elegimos a la Argentina como lugar de radicación y qué fue necesario hacer para que se iniciara la afluencia de los inmigrantes anticomunistas eslovenos a la Argentina.
Hay que partir!
En mayo de 1946 quedó completamente claro que la idea de un regreso honroso a Eslovenia resultaría imposible por muchos años. Más de 10.000 eslovenos vivían en Italia, Austria, Alemania, Francia, sin hogar, sin medios y sin posibilidades de ingresos: algunos en campos de refugiados, algunos alojados por gente buena, otros con trabajos temporarios en talleres y oficinas. El registro que el comité central de refugiados había comenzado a formar mostraba algunos problemas candentes entre los emigrantes eslovenos: familias numerosas con niños pequeños, un gran porcentaje de intelectuales, más de mil escolares primarios y secundarios, cientos de académicos, muchas jóvenes sin padres y relativamente pocos campesinos, obreros y artesanos, que representan en realidad el único elemento deseado para la inmigración. La decisión de informar a los refugiados que era necesario prepararse para una partida urgente e inevitable resultaba difícil. El comité central envió a todos los refugiados unas planillas de inscripción, donde cada uno podía anotar sus deseos acerca del lugar de radicación y cómo planeaba mantenerse en el nuevo mundo. Es interesante destacar que una buena parte de los refugiados no tomó seriamente estas planillas: esto era resultado de la propaganda comunista subterránea entre los refugiados y de la desconfianza en el proyecto, que era difundida organizadamente en los campos de refugiados por algunos elementos destructivos no comunistas. Simultáneamente el comité advirtió a los refugiados que debían prever que en un tiempo breve todos los extranjeros deberían dejar principalmente Italia, y que el comité no asumiría ninguna responsabilidad por aquellos que optaran por caminos propios.
Las respuestas a las planillas mostraron que el 78% de los refugiados deseaba emigrar a otros continentes. ¿A dónde? El deseo de la mayoría era, por supuesto, ir a los Estados Unidos de América, aunque casi todos aclaraban que preferían el lugar donde se dirigiera la mayoría.
¿A dónde ir?
Las respuestas de los refugiados otorgaron al comité la responsabilidad de buscar el lugar más apropiado para los eslovenos. El ministro Krek y en parte también quien escribe, comenzamos a visitar las representaciones diplomáticas y a las personalidades más visibles de aquellos países que permitían la radicación de extranjeros.
Establecimos contacto con los representantes de los dominios británicos, en especial Canadá, Sudáfrica y Nueva Zelandia. El primado neozelandés intercedió personalmente a nuestro favor en Londres, aunque sin éxito por la falta de medios de transporte. Sudáfrica y Canadá únicamente se interesaron en la fuerza de trabajo jóven y sana, particularmente en especialistas.
La rígida legislación inmigratoria de los Estados Unidos no permitía ninguna esperanza de ingreso para la comunidad de refugiados eslovenos.
El Dr. Krek mantuvo conversaciones con representantes de todos los países latinoamericanos elegibles, ya que con el paso del tiempo cada vez resultaba más claro que únicamente en esa región habría lugar para todos nosotros y que allí seríamos bienvenidos. Recibimos respuestas positivas de la República de Santo Domingo, Venezuela, Colombia, Ecuador, Brasil, Argentina y Paraguay. Estos países nos abrieron sus puertas, aunque no podían prometernos ninguna ayuda respecto al traslado.
El estudio de la situación en los distintos países sudamericanos representó un gran trabajo: la situación climática, higiénica, económica, social, religiosa, etc. Las distintas bibliotecas romanas nos ofrecían el material teórico, en tanto recibimos las instrucciones prácticas en parte de las representaciones diplomáticas y comerciales de estos países como también de gente que vivió en América Latina por períodos prolongados.
Particularmente valiosa fue la información que recibí del ya fallecido arzobispo Monseñor Corés, quien actuara como nuncio en varios países sudamericanos por más de 20 años y conocía muy bien todo el continente. La última vez que me recibió, ya postrado y muy enfermo, me recomendó la radicación en Argentina. Por supuesto también estábamos en contacto con nuestros amigos que ya vivían en estos países. La información de Chile, Ecuador, Paraguay, Brasil y Uruguay era especialmente completa.
En ese momento llegó un mensaje del Padre Janez Hladnik, informando que en una audiencia el Presidente General Perón prometió recibir en el país a 10.000 refugiados anticomunistas eslovenos y dio instrucciones para que la llegada de estos refugiados fuera facilitada por todos los medios posibles.
El producto de nuestras investigaciones y de la buena noticia del Padre Hladnik fue la citación del comité central para que en forma inmediata y definitiva se inscribieran todos aquellos que deseaban ir a Argentina. La citación se emitió a mediados de noviembre de 1946 y a pesar de la oposición de algunos empleados ingleses del campo y de algunos inconformistas propios, en apenas un mes la gran mayoría de los refugiados se decidió por el viaje a la Argentina.
¿Cómo?
Argentina estaba abierta para nosotros pero, cómo hacer para que 10.000 desposeídos cruzaran el mar. Los ingleses permanecían fríos a un costado. La consecuencia de las negociaciones entre los ingleses y Tito eran las chicanas cada vez mayores en los campos de refugiados. Los comandantes ingleses tildaron de engaño a toda la tarea por el traslado. La comida empeoraba día tras día. De esta manera pretendían obligar a los refugiados a volver al infierno comunista. ¡Sin éxito! La legislación inmigratoria argentina no preveía traslados masivos y por ello resultó necesario que cada uno realizara innumerables visitas a oficinas italianas para obtener un pasaporte y otro montón de nuevos documentos, esperando semanas enteras antes de obtener la visa en el consulado argentino.
En esta época comenzó a trabajar la IRO (Organización Internacional para los Refugiados) , que contaba con suficientes créditos para el traslado de los refugiados al otro lado del océano.
Personalmente en unos seis meses pude organizar todas las formalidades referidas al pasaporte, la visa y el traslado gratuito a través de la IRO y así viajar a fines del año 1946 a mi nueva patria, con la tarea de colaborar en la simplificación de las formalidades de viaje, conocer la situación y enviar las informaciones necesarias.
Los preparativos en Argentina
Debo reconocer, en primer lugar, que Padre Hladnik fue el único entre los 25.000 eslovenos en Argentina que se ocupó de los refugiados con la energía que le conocemos y les facilitó la llegada al país.
La tarea principal se concentró en obtener el permiso conjunto de radicación por parte de la oficina argentina de inmigraciones. Después de largas negociaciones logramos que se autorizara a nuestro comité en Roma para que bajo su propia responsabilidad propusiera a la Dirección de Migraciones local listas de 500 personas, que luego eran confirmadas sin cuestionamientos. El Consulado en Roma fue informado de esta autorización. Pero ¿cómo obtener el pasaporte para apátridas en Italia? ¿Dónde podrían conseguir los refugiados el dinero necesario para los distintos gastos y el viaje? Entonces iniciamos aquí la acción para que la Argentina reconociera los pasaportes de la Cruz Roja. Y lo conseguimos. La Cruz Roja en Italia nos hizo otro favor para facilitar la entrega de estos pasaportes al poder realizar todos los trámites directamente en los campos de refugiados. Una tercera dificultad era el hecho de que el Consulado en Roma no podría cubrir la enorme tarea de aprobar todos los pasaportes. Conseguimos entonces el privilegio extraordinario de que nuestra oficina de refugiados eslovenos realizara prácticamente todos los trámites consulares, a los que luego el cónsul únicamente les estampaba la firma final. Logramos también suavizar el duro trámite para el ingreso al país de los débiles, menores de edad e inválidos. El Hotel de los Inmigrantes resultó de un enorme valor, aunque no estuvo aún abierto a los primeros inmigrantes eslovenos. Tuvimos también ayuda por parte de algunas personas en la Dirección de Migraciones.
Todo el trabajo en la Argentina era realizado por un pequeño grupo de los primeros inmigrantes, bajo la guía del Padre Janez Hladnik, durante un año, sin oficinas y sin ninguna clase de medios económicos. Es natural que en estas condiciones la tarea no siempre pudo ser llevada a cabo con los resultados deseados.
Todo trabajo humano tiene defectos, también éste. Pero algo es seguro: todos los que se esforzaron por la llegada de los refugiados trabajaron movidos por el amor a los que sufren, sin esperar honores ni pagas. Su paga es saber que según sus posibilidades hicieron un pequeño bien para el hermano que sufre.
Miles de refugiados eslovenos que ya llegaron al país tienen ahora el deber nacional y social de ayudar, cada uno según sus posibilidades, para que los restantes miles que desean venir, puedan sentir en el momento de su llegada, que se encuentran entre hermanos.
Jože Košiček
Anuario de “Svobodna Slovenija”
1949
(traducción: Mariana Poznič)