Para que me conozcan mejor

Quizás dejé pasar demasiado tiempo para presentarme, así que aprovecho este número para hablarles un poco de mí, y de mi experiencia al mudarme a Eslovenia. Nací y viví 27 años en Buenos Aires, en la casa de mis padres. Si bien mis cuatro abuelos son eslovenos, un dato importante es que cuando nos mudamos a Bahía Blanca dejé de asistir al colegio esloveno, y en mi casa tampoco se hablaba mucho en ese idioma. A mis 15 años volvimos a Buenos Aires y empecé a asistir al grupo juvenil en el club Esloveno de Carapachay, y con el paso de los años realicé cada vez más actividades allí: jugué vóley, asistí a las misas y actos, formé parte del grupo folklórico Maribor y del grupo de teatro Carapachayski Oder, en el cuál disfruté a pleno ensayos y presentaciones, olvidándome un poco que tenía que aprender el texto de memoria debido a mi falta de esloveno. Todo eso me ayudó a acercarme más y más a la cultura eslovena, a que el idioma y la música entraran en mi cabeza, y mi paladar saboreara las comidas típicas. También tuve la suerte de poder visitar Eslovenia 3 veces, y notar que había algo que me atraía como un imán a este país. Asistía a las clases de idioma esloveno dictadas en la UBA, y cuando se presentó la oportunidad de aplicar para una beca para el curso de otoño dictado en Ljubljana, decidí apostar por esa opción y comprar los pasajes. Me fue otorgada la beca y esa fue la “patadita” final: en septiembre de 2015 dejé mi familia, mi trabajo, mi país y salí de mi zona de super confort. En un principio, la idea era probar por un año … pero como ya se dieron cuenta, el lapso de tiempo se extendió 😊 

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Nunca voy a olvidar el primer día, o a decir verdad, la primera noche que viví en Ljubljana. Había alquilado un departamento desde Buenos Aires, a través de un portal similar a MercadoLibre. La dueña del departamento sabía que llegaba en micro desde Alemania, y habíamos quedado en que me esperaba en el departamento. Por problemas de tránsito, mi micro se iba retrasando más y más – yo nerviosa, estaba constantemente en contacto con ella y mis familiares, rogando que no se me acabe la batería del celular. Llegué a Ljubljana más de 2 horas tarde, y apenas me bajé del micro, me estaba esperando un grupo de gente: familiares lejanos con cara de cansados (por la espera bajo la lluvia) y las manos llenas de bolsas con comida, un par de amigos a los que había visto una sola vez en la vida, y la dueña del departamento – que no había visto ni una foto mía – vino para llevarme ella misma en auto a mi nuevo hogar, preocupada porque pensaba que iba a estar sola. No miento al decir que se me llenaron los ojos de lágrimas de la emoción. Nunca imaginé que gente a la que yo creía fría y distante, podía demostrarme tanta simpatía y cariño desde el minuto cero.

Como ya mencioné en el número anterior, recibí (y sigo recibiendo) mucha ayuda de una amiga que vive acá (Magy Žnidar, gracias, gracias y más gracias) – por lo que el tema de inscripción al sistema médico, impositivo y universitario se hizo muy ameno. Su filosofía es “A mí me ayudaron, ahora te ayudo yo a vos, ya te va a llegar el turno de ayudar a otros”, tratamos de ayudarnos en lo que podemos, entre todos. Gracias a ella conocí más eslovenos, y así me fui internando en los usos y costumbres, teniendo mis primeros “choques” culturales. Aquí algunos ejemplos divertidos: entrar a una casa y sacarse los zapatos para ponerse pantuflas; saludar verbalmente o dando la mano (y en caso de ser un beso en el cachete, son 2 o 3 – porque lo asocian con los italianos o los franceses); ser invitado a tomar un café y terminar comiendo más que en un almuerzo; que las visitas no se estiren más de 2 horas; que te lleven en auto a tu casa pero no se queden hasta que entres; que siempre te ofrezcan alguna bebida alcohólica (aunque esto puede depender de la región de Eslovenia en la que te encuentres); si la relación no es muy cercana, que los encuentros se hagan en un café, no en la casa de alguien; que se cene temprano y poco; que los horarios de trabajo empiecen temprano para poder aprovechar la tarde para hacer algún deporte o ir a trabajar a la huerta … y así muchas cosas más, que sigo descubriendo aún después de casi 6 años acá.

En general, la reacción de los eslovenos al conocerme era una mezcla de amabilidad y curiosidad. Les interesan mucho las razones por las cuáles decidimos mudarnos, cuál es nuestra opinión de Eslovenia, más puntualmente, cómo nos sentimos acá, y por qué decidimos quedarnos. Al escucharnos comparar ambos países, y ser críticos con uno y otro, parecen redescubrir las cualidades de su propio país, a la vez que disfrutan escuchar muchas cosas lindas en boca de gente de afuera.

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Obviamente, con el tiempo llegaron momentos difíciles, en los cuáles el clima gris y lluvioso, las pocas horas de claridad y el frío, hicieron que extrañe mucho a mi familia y amigos. Mi familia eslovena y la de mi novio siempre hicieron lo posible para hacerme sentir cómoda y querida, pero empecé a notar que había cosas, detalles, que extrañaba terriblemente. El contacto físico de saludar o abrazar a un ser querido, los fuegos artificiales la noche de Año Nuevo, la cena de Navidad hasta tarde, el barullo en el centro, las conversaciones de dos choferes de colectivo por la ventana, la gesticulación o el hablar en voz muy alta en la calle, ¡las calles en cuadrícula!, esa sensación de sentir que todo me es conocido y nada me sorprende. Pero hay 3 cosas que me ayudaron (y siguen ayudando) a sobrepasar esos momentos complicados. En primer lugar, obviamente, internet. La comunicación con los seres queridos puede ser más frecuente estando acá que en la misma ciudad. En segundo lugar, encontrarme con gente que hable mi mismo idioma. Charlar con alguien en español automáticamente me acerca más a mis raíces, me hace sentir en casa, comprendida y acompañada. Porque si bien un esloveno puede comprender mis necesidades y sentimientos de forma lógica, no puede asimilarlos si nunca vivió una situación similar, y tuve que acostumbrarnos a que eso también está bien. Y en tercer lugar seguir viendo esta ciudad o este país como turista, sin dejar de sentir que pertenezco aquí. Es decir, mantener mi niña interior despierta. Cada vez que paso por el centro de Ljubljana, miro el castillo y me digo “¡Guau, vivo en un lugar que tiene un castillo!”. O pensar cosas como “Puedo ir el sábado a la mañana a tomar un café a Piran y ver el mar”, “Hoy puedo irme temprano del trabajo e ir un par de horas a esquiar”, “Que lindo es volver caminando a casa una noche de verano y no tener miedo a que me pase algo”, “¡Salgo de casa y en 10 minutos estoy en el medio del bosque!”.

En mi caso, la época de crisis es durante el invierno. Las fiestas y el frío son una mala combinación. Pero apenas asoma la primavera con sus tulipanes, apenas los bosques se tiñen de un verde fluorescente y los días comienzan a ser más largos, reafirmo la decisión que tomé hace 5 años de quedarme. La vida en cualquier parte del mundo va a ser difícil de a momentos, y uno tiene que elegir a qué le da prioridad. Y yo elegí el invierno largo y frío en el exterior, pero con calor familiar en el interior; la gente amable y dispuesta siempre a ayudar, pero con una forma diferente de demostrar su cariño; las calles de la ciudad y la vida nocturna más tranquila, pero los bosques y vida al aire libre llenos de movimiento; el verano corto, pero lleno de salidas, bebidas a orillas de la Ljubljanica, y  “asaditos” en la terraza. 

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Obviamente el COVID se ocupó de poner patas para arriba todas estas cosas, pero poco a poco vamos volviendo a la normalidad. El plan de vacunación está avanzando rápidamente: ya están siendo vacunadas personas de menos de 50 años que se hayan anotado en la lista de espera. Esperemos que el ritmo siga siendo rápido, para que podamos disfrutar de eventos típicos del verano.

COVID  o no, durante los meses cálidos se hacen muchos eventos al aire libre. Un ejemplo es la “Odprta Kuhinja” (“Cocina al aire libre”): en la plaza al lado de la Catedral de Ljubljana, muchos restaurantes o bares de la ciudad abren su puesto de comida “rápida”, y uno se encuentra allí con amigos para probar diferentes comidas de diferentes locales, todo en un mismo lugar. Está planeada su apertura el próximo viernes 21 de mayo, crucemos los dedos para que suceda. 

En lo relacionado con la música y el baile, un evento muy importante es el Festival Ljubljana, en el cual disfrutamos de grandes exponentes de la música, la ópera y el ballet, que tiene fecha en el mes de julio. Este año vuelve a visitarnos la pianista argentina Martha Argerich. Además, el Castillo de Ljubljana y el área dentro de sus muros es espacio ideal para eventos o conciertos, estos días contamos con el Festival Gobidobi, de música etno y de autor.

En verano, la ciudad bulle gracias a eventos, conciertos, helados al aire libre y caminatas por el parque Tívoli. Tuvimos suficiente “descanso” el año pasado, espero que el COVID relaje un poco y me deje recargar un poco las energías. 

Vuelvo a pedir su ayuda y preguntarles sobre qué temas les gustaría que escriba. Con la historia de Julia y la mía propia, dí un giro más personal, orientado hacia las experiencias vividas de gente que decidió mudarse a Eslovenia. ¿Les gustaría que continúe en esta dirección? Háganme saber su opinión, me gustaría mucho saber qué quieren leer.  Y así concluyo, y me voy a tomar un café afuera, bajo techo, porque hoy llueve. Y sí, para poder mantener nuestros bosques verdes fluorescentes necesitamos lluvia 🙂

Nadia Jan

Ljubljana

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